Alba y Antonio Vedova
Pedro Antonio Vedova Bellini, nació el 11 de Agosto de 1927 (+1994), en la ciudad de Guayaquil. Hijo de Doménico Vedova Franca y de Inés Bellini Brancaleone de nacionalidad italiana que emigraron al Ecuador, después de la primera guerra mundial. Antonio se casó con Alba muy joven, formando un hogar con cuatro hijas: Alba Inés, Monse, Cynthia y Pía. Antonio se destacó como atleta practicando natación, box y beisbol. Realizó la rotación militar en Galápagos, donde disfrutó y desarrolló su amor hacia la playa y el mar.
Se destacó en su trabajo en varias áreas con alto sentido de
responsabilidad, siendo muy joven empezó en la Fábrica de Mosaicos “La Roca”, la única de ese tipo existente en el Ecuador, cuyo propietario era su padrastro Don Fernando Chiocca, quien al inicio le dio la responsabilidad del transporte de las baldosas y mármoles desde la fábrica hasta las diferentes construcciones. Posteriormente Antonio emprendió su primer negocio independiente, de máquinas pulidoras de piso, que resultó exitoso. Paralelamente y silenciosamente, muy acorde con su carácter, leía con pasión todo lo referente a la Mitología e Historia hasta que descubrió uno de sus amores: la Arqueología, y haciendo tiempo luego
de su trabajo se preparó en 1966 como Arqueólogo de Campo bajo la dirección del Dr. Carlos Zevallos Menéndez, participando durante muchos años, en excavaciones arqueológicas de gran importancia con el equipo formado por el Dr. Zevallos.
Dictó catedra de Arqueología en el Colegio Alemán Humboldt siendo fuente de inspiración para muchos de sus alumnos. Sus hijas aún recuerdan las historias de los descubrimientos y aventuras con sus compañeros de campo y las maravillosas experiencias vividas cuando acompañadas con su madre las llevaban el fin de semana a los campamentos. Uno de los compañeros de aventuras arqueológicas, Luis Piana Bruno, lo invitó a formar parte de la empresa familiar Oleica S.A. como Gerente de Compra de Semillas, cargo que ostentó hasta el final de su vida. Antonio también incursionó en la agricultura llegando a poseer dos pequeñas haciendas donde cultivó soya y maíz y crió ganado vacuno y porcino, y aunque no podía atenderlas a tiempo completo, siempre disfrutaba inmensamente cuando participaba en las actividades del campo. Antonio era un hombre de poco hablar y mucho escuchar, por lo que sorprendía a su familia con los muchos intereses que tenía, aunque no siempre podía concretarlos, por razones de su trabajo.
Así fue como un día su hogar se llenó de orquídeas y empezó un nuevo romance, esta vez con estas hermosas y misteriosas flores. Llegó a formar parte junto con su esposa Alba, de la Asociación Ecuatoriana de Orquideología en calidad de socio, siendo acogidos con mucho respeto y cariño, por lo cual lo integraron al Directorio como Tesorero (1983) cargo que desempeñó por seis años participando activamente en las Exposiciones que organizaba la AEO para recaudar fondos para la construcción y mantenimiento del Jardín Botánico de Guayaquil. Debido a su delicado estado de salud tuvo que tomarse un descanso hasta que Dios dispuso llamarlo a su Gloria, pero su esposa Alba, tomó la posta y continúa hasta el presente apoyando esta obra.
Ella se constituyó en una motivadora sin precedentes, que con su alegría inunda las reuniones y motiva a todos a seguir trabajando por este icono turístico de la ciudad de Guayaquil, que llegó a la cúspide de su aspiración, cual fue la realización de la 22 ava. Conferencia Mundial de Orquídeas (2017), evento que se realiza cada tres años desde 1954, siendo la tercera ocasión que tiene lugar en una ciudad latinoamericana y por primera vez en el Ecuador. Antonio fue un hombre de carácter emprendedor, con una personalidad que inspiraba respeto, confianza y calma, caracterizado por su profundo sentido de honestidad, empatía, generosidad y solidaridad. Fue un hombre confiable y confiado, reservado y propenso a pensar lo mejor de los demás. Fue generoso por naturaleza y con gran alegría reservaba parte de sus ingresos para repartirlos con los más pobres en la época de Navidad, cuando junto con su familia iba en su camioneta por los caminos más recónditos de la costa, cargado de comestibles, dulces y regalos para compartirlos con las familias que los esperaban cada 25 de diciembre. Padre maravilloso, esposo ejemplar e inolvidable amigo.